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Los que me conocen saben que en mis colaboraciones suele emplear el refranero español. Para el tema que hoy nos ocupa, los problemas que supone la existencia de dilaciones en la concesión de ayudas para la atención del programa a la dependencia, creo que hay uno que destaca: “Quién llega tarde, ni oye misa, ni come carne”. Esta máxima permite señalar que quién se retrasa por no haber puesto el empeño necesario, no obtendrá el beneficio esperado; recompensa que sí hubiera sido posible si la conducta hubiera sido diligente.